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Continuación de Maestros de Artes Marciales

En general, tanto en China como en Japón se creó la imagen del gran maestro (humano o duende) de artes marciales, que se había desvinculado del mundo establecido, y cuyas técnicas marciales eran poderosísimas. Estos maestros solamente aceptarían como discípulos a gente cuyo corazón fuera bueno, y sus motivos, puros. La rebeldía del discípulo (usualmente, un joven) se iría diluyendo al alcanzar los conocimientos de su maestro. El romanticismo que emana de estos relatos orientales todavía emociona a los chinos y a los japoneses, aunque ahora las historias ya no son relatos de los ancianos, sino del cine, la televisión y el cómic.


Las artes marciales en Oriente siempre han sido una cuestión de interacción entre maestro y alumno. El alumno solía ser el ayudante, sirviente y compañero de aventuras de su maestro. Claro está, cuando las enseñanzas se daban en un RYÛ (o en su correspondiente chino), los alumnos solían vivir en él, tener pocas aventuras y tener que servir mucho. Las lecciones ocupaban poco tiempo, y el alumno tenía que hacer mucho entrenamiento propio que servía para interiorizar totalmente las "llaves" (los KATA) que se le iban enseñando. Recordáis aquello de "Nada más te enseñaré por hoy. Vacía tu mente de preguntas" ??? Así eran los entrenamientos en artes marciales.


El componente espiritual de las artes marciales no es necesario decir de donde sale. Decir "artes marciales" es decir "KI" . Todos los maestros conocían este concepto y creían firmemente que gracias a su técnicas se conseguía el dominio (parcial o total) de sus poderes. La meditación y la oración eran muy importantes para conseguir la necesaria armonización con la Energía Universal, además del entrenamiento propiamente dicho. Todos los maestros practicaban activamente el Budismo, el Sintoísmo o el Taoísmo.


Y es que, dentro de las artes marciales se diferencia perfectamente lo que son las simples técnicas marciales (JUTSU, en japonés) de la vía tanto marcial como moral que eran las artes marciales (DÔ, en japonés). Así se puede comprender que las técnicas marciales existentes hasta mediados del siglo pasado en Japón, se conocieran como JÛ-JÛTSU, mientras que el arte marcial creado por el Ô-SENSEI (gran maestro) JIGORÔ KANÔ basándose en esas técnicas sea el JÛ-DÔ. El JÛ-DÔ bien entendido no es sólo un conjunto de técnicas marciales, sino un verdadero código moral de conducta. Precisamente porque no había término para llamar a las vías marciales y morales (Sólo existía el término JÛ-JUTSU, pero era para las técnicas, solamente, como hemos dicho), se creó la palabra BÛ-DÔ ("Vía del guerrero"). El AIKI-DÔ, el arte marcial más espiritual y más preocupado por los temas morales, se considera el máximo sucesor del BÛ-DÔ.

La moral que subyace a todas las artes marciales es sencilla en palabras, pero difícil en la práctica: la DEFENSA. El practicante no debe nunca atacar, sino defenderse y defender la paz y la vida. "Si se empieza a pelear, hay que ganar, pero pelear no es el objetivo. El arte marcial es el arte de la paz, y el arte de la paz es el más difícil: Vencer sin pelear", según las palabras de uno de los maestros de artes marciales del Japón de este siglo(Ueshiba, Morihei). Esto lo entendieron perfectamente los monjes SHAOLIN, los primeros verdaderos practicantes de las artes marciales, cuando vieron el mal uso que algunos malos monjes dieron a las técnicas marciales. Igual que la mayoría de las técnicas marciales nacieron de SHAOLIN, el código ético también dio sus primeros pasos después de aquella lección.

Según la tradición "Los grandes maestros nunca explican con palabras lo que saben, y un alumno debe llegar a su más alto grado de posibilidades por su sola intuición interior; debe actuar mucho más con el espíritu que con las manos, y presentir lo que está de acuerdo con la armonía universal de las cosas. El que se convierte en maestro capta esta armonía como una especie de música inherente a su ser. Por eso, un gran maestro no puede nunca librar un combate con sentimientos de rabia o de odio; debe estar incluso por encima del deseo de ganar o del miedo a morir, y su estado interior debe ser, pase lo que pase, como agua en calma. La espada que corta rompe la desarmonía que hay en él, y el propio maestro no ha matado a nadie, es el adversario quien se ha hendido con su espada". Estas palabras del experto francés en artes marciales, MICHAEL RANDOM (LA ESTRATEGIA DE LO INVISIBLE. Eyras, 1988), sirven de perfecto remate a este epígrafe, ...

Maestros de artes marciales desde Star War

Estos maestros eran caracterizados como viejos ermitaños, que se solían mostrar huraños o locos ante la gente con la que se encontraban, pero que cuando se encontraban con el protagonista, acababan viendo su buen corazón y enseñándoles sus técnicas marciales secretas (Hay que tener en cuenta que el protagonista de estos relatos solía tener alguna venganza entre manos, para la cual esas técnicas marciales resultaban muy útiles), mostrando así tanto su gran inteligencia como su gran poder.

En general este esquema de relato popular ha sido muy usado en China, y todavía es la base para la mayoría de los guiones del cine y del cómic chino de artes marciales. Por otra parte, este estereotipo no nos puede ser más conocido, pues es la viva imagen de Yoda.

En Japón, como en China, este estereotipo también tiene mucha fuerza, como veremos. En el archipiélago, a las primeras técnicas marciales creadas por los SÔHEI se les unieron las técnicas que llegaron posteriormente de China durante el KAMAKURA JIDAI (1185-1333) y se fueron estructurando así las artes marciales japonesas (El BUDÔ y el JÛ-JUTSU) que se diseñaron primeramente para el uso de los SAMURAI. Así se formaron las primeras RYÛ, las escuelas japonesas de artes marciales, que nacieron auspiciadas por los DAIMYÔ, los señores feudales, para entrenar a sus guerreros SAMURAI, o también por los templos y santuarios religiosos (budistas y sintoístas) para que sus monjes pudieran defenderse de los enemigos (Aunque no eran "monjes guerreros" como los SHAOLIN o los SÔHEI, la mayoría de los religiosos nipones tenían cierta formación en artes marciales para poder enfrentarse con los peligros que había en un país tan inseguro como el Japón de esas épocas).

Cuando el Japón fue pacificado después de los esfuerzos de gente como NOBUNAGA (que ya conocemos como el destructor de los SÔHEI), se inició la EDO JIDAI (1600-1868) donde muchos SAMURAI se convirtieron en RÔNIN, al quedarse sin señor al que servir. Una de las ocupaciones de estos RÔNIN fue la de profesor de artes marciales, fundándose así muchas nuevas RYÛ por todo Japón. De hecho, la época EDO es muy popular por los enfrentamientos entre RYÛs (o entre MAESTROS, si estos no tenían escuela propia) para ver quién tenía mejor estilo de lucha. Esto último nos permite entender porque en el Japón de esas épocas, por los caminos se podían encontrar RÔNIN y monjes, cuyas habilidades marciales eran impresionantes.

Así es como en la imaginación supersticiosa del Japón rural se fueron formando incontables leyendas y relatos sobre extraordinarios seres con enormes poderes y gran maestría en las artes marciales. Los NINJA (espías y asesinos profesionales), por ejemplo, se aprovecharon de toda esa imaginación, y se rodearon del halo de misterio que todavía los envuelve en Oriente y Occidente. Por otro lado, ciertos monjes ermitaños que practicaban las artes marciales dieron origen a las leyendas de los TENGÛ, unos demonios que vivían en los grandes bosques y que se les suponía un total conocimiento de las artes marciales (y, por lo tanto, unos inmensos poderes). Estos TENGÛ serían los maestros de algunos personajes (míticos o históricos) en materia de artes marciales, según los relatos populares nipones. Yoda también podría pasar por un TENGÛ.

En general, tanto en China como en Japón se creó la imagen del gran maestro (humano o duende) de artes marciales, que se había desvinculado del mundo establecido,...